sábado, 3 de mayo de 2014

Elementos para una historia de la Herejía*

Cuando Adán cavaba y Eva hilaba,

¿quién era el gentilhombre?



(Canción de campesinos ingleses rebeldes.)


Los historiadores de las religiones analizan, en su mayoría, a las herejías como el intento de constitución de nuevas iglesias -aunque sus dogmas pudieran ser tomados del pasado---, o como un peligroso cuestionamiento a la fe y a la Iglesia Católica. Esta es, también, la posición de la historia tradicional. Pero a pesar de sus mayores o menores diferencias todos coinciden en un punto: la disensión es un problema marginal dentro del sistema de ideas imperante en la Baja Edad Media.  Interpretándolas de esta forma sólo pretenden indagar las variaciones dogmáticas entre los herejes y la ortodoxia que intentan subvertir, y el castigo que les correspondió por este intento. La herejía, entonces, queda aislada de su sostén esencial que es el individuo que rechazó lo que estaba obligado a aceptar como verdadero y únicamente válido. Pero ¿qué es la herejía sin herejes? ¿Qué es un hereje sino un hombre que ha decidido producir en sí mismo y en los más una modificación de las estructuras mentales? Ahora bien, este individuo insatisfecho forma parte de una comunidad junto con otros hombres que comparten con él todos los aspectos de su realidad cotidiana. Profundizar las diferencias y parcializar los hechos en los que se cuestiona una hegemonía son elementos fundamentales para evitar que se avance en el análisis de dicho cuestionamiento. Durante las revueltas de los ciompi, los menesterosos de las ciudades italianas se levantaron contra la excesiva acumulación de riquezas que hacían las iglesias y los usureros. Los husitas se rebelaron contra una Iglesia repleta de tesoros y mandatarios que se arrogaban diferencias entre los hombres, contradiciendo la palabra de Dios. Planteos diferentes, métodos diferentes, pero enemigos comunes. Los campesinos de Flandes se alzaron contra sus señores por las exacciones que éstos pretendían continuar imponiéndoles, en una lucha sin connotaciones religiosas; pero pronto hallaron culpables a los clérigos. En una sociedad que, como la del Occidente europeo entre los siglos XI y XV, estaba basada en un régimen no igualitario de distribución de la riqueza, ¿no será esta desigualdad la madre de todas las luchas que se produzcan, formalmente excusadas en aspectos morales, económicos o políticos parciales? Con esta hipótesis, en este trabajo se analizará a las herejias como movimientos sociales que, producidos por un descontento generalizado, intentaban producir un cambio en la sociedad, aun cuando los mismos protagonistas no tuvieran total conciencia de la magnitud de su lucha, dejando para otro momento el problema de las herejías como el cambio de una fe por otra. En la región estudiada, a partir del siglo XI, aunque con diferencias locales más o menos importantes, el sistema feudal se halla poderosamente asentado: los campesinos debían trabajar y tributar a la nobleza, los caballeros los "defendían" y guerreaban y los clérigos velaban por las almas de todos, dirigiendo cultural e ideológicamente a la sociedad. Mientras tanto, las ciudades muy lentamente iban adquiriendo mayor importancia. La situación que recrea Violante para el norte de Italia puede hacerse extensiva para toda Europa Occidental, aunque teniendo en cuenta que el proceso fue mucho más lento. Los señores, no importando si conservan o no su villa, se trasladarán a la ciudad, donde engrosarán las fuerzas de la nobleza que constituye la clase dirigente; en cuanto a los rustici llegados a la ciudad después de su emancipación y los pequeños propietarios incrementarán las nuevas clases de mercaderes, artesanos, notarios que, poco a poco se organizan en el partido del pueblo que a partir de ahora se enfrentará al partido de la nobleza" Si existía una tradición de lucha entre las clases campesinas, ésta se trasladó a la ciudad bajo una nueva forma. Los obispos "siguen estando eficazmente insertos en la vida política de la ciudad, al tiempo que conservan también una influencia en el campo a causa de sus bienes, de sus derechos señoriales personales o del obispado, y gracias a su pertenencia a las grandes familias dirigentes de la comunidad. Esto explica porqué la oposición de las clases populares a la comunidad nobiliaria es a menudo también una oposición antiepiscopal, incluso en los siglos XII y XIII. En Italia, como en Francia, la herejía se manifiesta primeramente en el condado ( ... ) y, al invitar a los campesinos a rechazar el pago de los diezmos al clero, obtuvo con ellos un extraordinario éxito

*Se ignora el autor

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