sábado, 17 de mayo de 2014

El Mito del Catarismo y la Guerra Civil*

La interpretación de la herejía cátara en Occitania que hacen muchos medievalistas está impregnada de posiciones "oficialistas" que avalan el accionar represivo que se aplicó y niegan el verdadero carácter de independencia y autonomía política que tuvo la lucha. “La ambición de una santidad completamente pura y desprendida va unida a la creencia de que nuestra alma es una fuerza celestial derribada y aprisionada por fuerzas adversas y malas. ( ... ) La vida cristiana tiende únicamente a un estado de pureza en que el alma, completamente libre de pecado, incapaz de hacer mal, no sea prisionera del mal. Los puros o cátaron son los que llegan a tal estado” Éste es un escueto esbozo del dogma cátaro que se ha ido extendiendo por todo el sur francés, principalmente en el condado de Tolosa. Hay una proporcionalidad directa entre esta extensión y la decepción acarreada por sacerdotes que, viviendo en la opulencia, no cejan de exigir más exaccíones e impuestos. Difícilmente podamos encontrar las causas de la adopción de la herejía por parte de la nobleza occitana en la inquietud religiosa. Estos señores han visto disminuir sus posesiones debido a que en el sur, a diferencia del norte franco, no se ha adoptado el derecho de primogenitura y, por lo tanto, las herencias se reparten por igual entre los hermanos con la obvia disminución de los dominios que produce esta fragmentación. Al producirse la reforma gregoriana todos los bienes y beneficios parroquiales dejan de ser controlados por la nobleza para pasar a los obispos nombrados por el Papa., lo que los empobrecerá aún más.  Hacia la segunda mitad del siglo XII, las cesiones se interrumpen para resolver las necesidades que se plantean en la región, lo que iniciará el conflicto con la Iglesia. Mientras la fastuosa Roma con sus lujosos representantes exigía cada vez mayores derechos, los cátaros desde la pobreza apostólica de sus perfectos, sólo pedían una vida digna para la conversión. La simpatía hacia éstos crecerá constantemente entre la clase caballeresca, cuyos miembros si no se convertían, rara vez impedían la prédica en sus tierras. Así Occitania, que nunca llegó a ser mayoritatiamente cátara, fue la primera región de Europa en la que se daría la tolerancia religiosa entre los laicos. Mientras la Iglesia, acusándolos de colaborar con la herejía, los acosará cada vez más, muchos burgueses cátaron que habitaban en sus condados incrementarán su riqueza a través del comercio. Si los herejes necesitaban ayuda en forma de protección podían devolverla en préstamos que los caballeros necesitaron en muchas ocasiones. De nuevo, donde la Iglesia no comprendía las necesidades de sus fieles, una herejía lo hacía. Cómo la creencia cátara penetra en los más diversos medios: grandes señores que codician las tierras de la Iglesia; hidalgos irritados a causa de sus diezmos; mujeres que huyen de una Iglesia pensada por hombres y de una sociedad que quieren conquistar los hombres; gente del pueblo sensible a la palabra de predicadores simples en su expresión y en su vida; capellanes en apuros, pero también envidiosos, sin duda, del prestigio de los perfectos. Se podría añadir mercaderes y burgueses ya que no legislan en contra de la usura.""Algunos se han extrañado de que el catarismo, que tiende a apagar todas las pasiones, incluso las más legítimas, se implantará en las provincias occitanas, con fama de ligeras y alegres. Más bien habría que extrañarse de que algunos puedan contentarse con semejantes caricaturas paracientíficas para describir a un pueblo que resistió al invasor durante tanto tiempo. Eso sin contar que los occitanos nunca fueron mayoritariamente cátaros, ni muchos menos. únicamente la unión de lo político y lo religioso explica su aprente solidaridad con el conformismo cátaro. ( ... ) En un país en el que a la pequeña nobleza le resultaba difícil procurarse tierras porque la Iglesia tendía a monopolizarlas, los "puros que atacaban precisamente la riqueza de los clérigos, no podían dejar de granjearse las simpatías de los señores feudales."   El Papa llamará a destuir a la herejía, porque los nobles occitanos se negaban a hostigar a sus parientes conversos y parcelaron los derechos económicos que la Iglesia se otorgaba. Además soñaban con unificar a la nación de la lengua de oc" -como ellos la definían-, que se encuentra dividida entre los territorios del rey de Aragón -occitano y pariente del conde de Tolosa- y el sur, que jurisdiccionalmente le corresponde al rey de Francia: un rey que habla otra lengua y que pretende imponer un sistema económico ajeno a la mentalidad occitana, de mayor tolerancia social y religiosa. El propio rey de Aragón, Pedro II, morirá combatiendo al invasor franco cuando intentaba asistir a sus parientes al mando de su ejército. "El catarismo ha logrado imponerse gracias al desorden político, los jefes de la cruzada lo saben muy bien: a pesar de los consejos, incluso de las órdenes, de Inocencio III, no cejarán en su empeño de derrocar a Raimundo VI para instaurar de una vez en esas regiones un poder coherente y fuerte.  La posición de Felipe Augusto, llena de vacilaciones se modificará cuando el Papa le conmina a que confisque los bienes de "todos los barones, condes, ciudadanos hostiles a la represiórí" y los incorpore a sus posesiones. "Os prometemos la remisión de todos vuestros pecados a fin de que, sin demoras, pongáis coto a tan grandes peligros", dice la carta de Inocencio III a Felipe. Enseguida "los legados muestran su verdadero objetivo: decapitar a la sociedad occitana arrojando fuera de las ciudades a esa extraña clase caballeresca urbana que tanto les sorprendía. (...) La lucha adquiere otro carácter. Han caído las máscaras. Los legados quieren conquistar todo el país, no cabe la menor duda, en detrimento de los derechos de los señores, de los caballeros indígenas sin tener en cuenta su condición de católicos; en detrimento también de las tan odiadas ciudades." Cuando Raimundo VII, que heredó de su tímido padre el condado de Tolosa, logra reconquistar a los francos parte de sus territorios y de los del duque de Foix, la iglesia cátara vuelve a crecer, ya que tanto los combatientes como el pueblo jamás reconocen en ellos a la verdadera causa de la invasión que, después de haberla sufrido, no entienden como cruzada. Nace "una nueva solidaridad de la nobleza, la burguesía y el pueblo llano. Esa solidaridad se basa en la asimilación, por el pueblo en su conjunto, de los valores aristocráticos frente a la avaricia y desmesura del campo franco-clerical. En ningún momento nos encontramos con una guerra religiosa. La injerencia extranjera mueve a que los occitanos tomen, sin distinciones de clase, la bandera de la independencia para "todos los que hablen la lengua de oc". La paradójica consecuencia de su derrota será el inicio de la centralización francesa. Hay un elemento clave en los 30 años de lucha contra los albigenses: los cátaros rechazan como pecado capital el derramamiento de sangre. Aun sabiendo que les esperaba la hoguera se entregaban sin alzar su mano contra otro hombre. ¿Contra quién entonces se combatió tanto tiempo? A casi siete siglos del intento de conformación, hoy la nación occitana no se reconoce a sí misma.



*Se ignora autor

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