viernes, 16 de mayo de 2014

Tomar la Espada para combatir al Demonio*

"Dada la posición excepcional del Papa, le correspondía a él determinar qué era lo que realmente daba origen a la herejía y qué doctrina, postulado o acción ameritaba una delcaración papal acerca de lo que se declaraba herético. ( ... ) Lo que la palabra de los sacerdotes no podía lograr había que intentarlo con el terror disciplinae. Tal era el trasfondo doctrinal que se convertía en principio de gobierno durante el siglo XII. La lucha contra las herejías, definida como tales por el Papa, era uno de los principales deberes del príncipe, y a este respecto quizá nada muestre mejor la suprema posición monárquica del Papa. ( ... ) Si el príncipe era negligente, su propio reino sería ocupado por otro príncipe católico. ( ... ) Los bienes y toda la propiedad privada de los herejes tenían que ser confiscados y, dado que se consideraba a la herejía como alta traición, los descendientes eran igualmente afectados, independientemente de que fueran culpables o no."   La necesidad de organizar la represión de los movimientos heréticos produjo serias modificaciones en las relaciones del Papa con el poder secular. Los constantes enfrentamientos entre los distintos sectores dominantes, que muchas veces permitieron el desarrollo y crecimiento de las herejías, jamás se tornaron un impedimento para aliarse cuando se trataba de la destrucción de los rebeldes. Estaba muy claro que una cosa son las rencillas por la mejor tajada y otra es la pérdida de la torta.  Así, el Papa no vacilará en aliarse con Felipe Augusto para acabar con los cátaros; con Juan Sin Tierra contra los lolardos; con Segismundo contra los busitas o con Federico Barbarroja contra Fra Dolcino, habiendo estado todos ellos al borde de la excomunión en algún momento previo por problemas con los bienes de la Iglesia.  La ironía y falsedad de estas "cruzadas" quedarán claramente demostradas cuando el ataque a Occitania será realmente poderoso 25 años después del primer llamamiento papal a combatir a los albigenses, luego de asegurar que todos los territorios de los nobles "herejes o que permitieron la herejía" pasarían directamente al rey de Francia Contra los husitas y los milaneses, entre tantos, la situación sería similar. 



*Se ignora autor

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