Nutrición y Degeneración Física
El Crucial Estudio del Doctor Price
Uno de los especialistas que percibió agudamente este
hecho fue el Dr. Price (1870-1948), un dentista y nutricionista americano de
Cleveland, Ohio, que estaba escandalizado por los índices de deformaciones
dentales y mandibulares que se estaban alcanzando en su país, hasta el punto de
que era prácticamente imposible encontrar a alguien con una dentadura normal y
bien ajustada.

El
Dr. Weston A. Price (1870-1948), llamado "el Darwin de la nutrición",
procedía de una estirpe de calidad. Era el noveno de doce hijos, entre los
cuales se contaban un inventor, un médico, dos dentistas, un ministro metodista
y un granjero de éxito. Un sobrino suyo fue un famoso escritor y explorador
para elNational Geographic. La familia Price podía rastrear su origen a un linaje
de nobles célticos centrados en la población de Brecon, en Gales (Gran
Bretaña), desde al menos el año 230 EC.
Price, muy familiarizado con los beneficios de la vida de
campamento, estaba convencido de que estos defectos dentales no eran genéticos,
sino que se debían a una serie de hábitos antinaturales, especialmente
alimentarios, dañinos para la salud. Él consideraba que la dentadura es la
primera línea de frente para las "alertas sanitarias" del cuerpo, que
la pésima salud dental de las naciones occidentales era sólo el principio, y
que evidenciaba un grave problema nutricional y sanitario que amenazaba con
provocar la caída de la raza blanca. Su búsqueda de la dentadura perfecta lo
llevó a realizar un estudio de 10 años, durante los cuales viajó con su esposa
Florence por zonas aisladas de todo nuestro planeta, con el objetivo de
estudiar a miles de individuos de comunidades "primitivas" que no
habían sido tocadas por la civilización industrial —y a veces ni siquiera por
la agricultura.
Los grupos estudiados por Price incluían pueblos
apartados de los valles suizos, comunidades de herencia céltica de las Islas
Hebridas Exteriores, pescadores irlandeses de habla gaélica, indígenas de ambas
Américas, esquimales, isleños melanesios y polinesios, diversas tribus
africanas, aborígenes australianos, maoríes neozelandeses, etc. Entre estas
gentes, de composiciones raciales, dietas y procedencias extremadamente
diversas, el Dr. Price encontró una proliferación de arcos dentales totalmente
perfectos y en sintonía con el plan de la Naturaleza. Ello venía a confirmar
sus sospechas de que, en la mayor parte de casos, la decadencia dental se debía
a deficiencias nutricionales (tanto de los padres como del mismo individuo
durante su etapa de crecimiento), no a defectos genéticos hereditarios.

Nativos de la Isla de Harris, en las Islas Hebridas Exteriores, al noroeste de Escocia. Son hermanos, sin embargo el de la izquierda usa comida moderna y el de la derecha sigue con la dieta tradicional de sus antepasados. El primero tiene una dentadura defectuosa y una cara estrechada debido a un desarrollo esquelético mal efectuado (debido, a su vez, a una deficiencia o mala asimilación de minerales). El segundo tiene una cara ancha, una dentadura perfecta y mejor constitución física.
El
cuadro era similar en todas las etnias "primitivas" que visitó
el Dr. Price: rostros anchos, aletas nasales desarrolladas, arcos dentales
afilados y encajados con perfección milimétrica, tasas de caries de menos del
1%, en suma: buena salud. Estos individuos son de procedencias y composiciones
raciales muy diversas, pero todos tienen en común su adhesión a la dieta
tradicional de sus respectivos antepasados y su consideración como
"aldeanos", "atrasados", "pobres",
"paletos", "poco desarrollados" e incluso
"tercermundistas", por parte del mundo moderno. Sin embargo, ninguno
de estos individuos ha necesitado pasta de dientes, cepillos, antisépticos
bucales, ortodoncia, dentistas o cirujanos plásticos para tener una dentadura
totalmente perfecta.
RASGOS DE LAS DIETAS TRADICIONALES
Price pronto se dio cuenta de que la perfección de los
arcos dentales era sólo la punta del iceberg, y que la salud de los individuos
examinados iba muchísimo más allá de la dentadura. Estas son algunas de las
ideas que sonsacó sobre las dietas tradicionales en su estudio, Nutrition and Physical Degeneration ("Nutrición y degeneración
física"):
• Los análisis de laboratorio revelaron que las
dietas tradicionales contenían cantidades extraordinariamente altas de
proteínas y aminoácidos. Todas las dietas tenían al menos una fuente de
proteína cruda y no-alterada, procedente de carne, marisco, pescado,
nueces, huevas de pescado ("caviar") o semillas germinadas de alta
calidad. Hoy sabemos que la revolución carnívora es la que nos
hizo evolucionar, desarrollando nuestro cerebro y convirtiéndonos en humanos.
• Las dietas tradicionales aportaban, como
poco, cuatro veces la cantidad de vitaminas hidrosolubles (que se
disuelven en agua, como la B y la C), de calcio y de otros minerales, que las
dietas industriales modernas.
• También aportaban, como poco, diez
veces (!) la cantidad de vitaminas liposolubles (que se disuelven en
grasa, como la A y la D) que las dietas industriales modernas. Estas vitaminas,
además, se absorbían mucho mejor gracias a la abundancia de grasas animales en
la dieta. Las vitaminas liposolubles actúan como catalizadoras para la
absorción de minerales, la producción de testosterona, la mejor utilización de
las proteínas y la construcción de tejidos, por lo que su efecto más notable es
una mayor corpulencia tanto en lo óseo como en lo muscular.
• Elevada ingesta (más elevada cuanto más
baja era la temperatura ambiente) de grasas saturadas de origen
animal. Según las zonas, estas grasas procedían de la mantequilla, el pescado,
el marisco, los órganos animales o el aceite de foca, ballena o hígado de
bacalao. Según la etnia y la latitud (por regla general, más grasa cuanto más
al Norte y más frío), la grasa constituía del 30 al 80% de calorías de la
dieta, de las cuales sólo el 4% venía de aceites poliinsaturados de origen
vegetal. El balance de calorías obtenidas de la grasa era principalmente entre
ácidos grasos saturados y monoinsaturados. La grasa animal aportaba diversos
factores liposolubles, incluyendo las mencionadas vitaminas y un elemento
llamado "Activator X" por Price, que ahora se cree es la vitamina K2.
• Las dietas "primitivas" contenían cantidades
similares de ácidos grasos esenciales omega-6 y omega-3. Esto contrasta con las
dietas modernas, que tienen muchísimo más omega-6 que omega-3. (Actualmente,
para obtener omega-3, además de vitaminas liposolubles, es recomendable tomar
aceite de hígado de bacalao).
• Tenían alto contenido en enzimas y bacterias
beneficiosas procedentes de vegetales lacto-fermentados, frutas, bebidas,
derivados lácteos, carnes y condimentos.
• Los productos de origen animal, especialmente los
procedentes de la caza y el marisqueo, gozaban de excelente consideración. Las
carnes de órganos (especialmente hígado, corazón, sesos, criadillas, tuétano y
riñones) tenían el mayor prestigio, seguidas por las grasas y las carnes
musculares.
• Los métodos de almacenamiento y conservación de
alimentos apenas alteraban el perfil nutritivo de la comida: enterramiento,
desecación, deshidratación, congelación (sólo en los climas fríos), etc.
• La mayor parte de los alimentos se comían crudos,
poco cocinados o cocinados de manera extremadamente lenta y prolongada, "a
fuego bajo", de modo que se conservaban todos los nutrientes intactos. Uno
de los métodos observados para cocinar carne "a fuego lento" era
hacer un hoyo en el suelo, colocar piedras ardientes, cubrirlas de hierba,
colocar carne encima, más hierba encima, cubrirlo todo de tierra y dejar entre
medio día y un día.
• Ningún alimento estaba refinado, desnaturalizado,
adulterado o despojado de fibras. Esto contrasta con abominaciones modernas
como el azúcar refinado, el jarabe de maíz alto en fructosa, la harina blanca,
las comidas enlatadas o en sobre, la leche pasteurizada, homogeneizada o
desnatada, las grasas hidrogenadas o los aditivos químicos.
• Las etnias que practicaban la agricultura lo
hacían en suelos con riqueza mineral natural, y no utilizaban pesticidas ni
abonos químicos. Asimismo, tenían mucho cuidado de no agotar la riqueza mineral
del suelo, dejándolo reposar y no sobreexplotándolo mediante una agricultura
demasiado intensiva.
• Había acceso a fuentes de agua mineral natural de
alto valor para el organismo humano. No existía la contaminación y no era
necesario tratar el agua con aditivos tóxicos como el cloro o el flúor. A
diferencia de la sociedad industrial, no se canalizaba el agua por tuberías
metálicas que aportaban metales tóxicos para la salud humana.
• Las semillas, las nueces, los granos de cereales,
las leguminosas y otros alimentos problemáticos eran puestos a remojo,
germinados, fermentados o levados para neutralizar ciertos anti-nutrientes
naturales (como inhibidores enzimáticos, taninas y ácido fítico). Sólo después
de esta preparación se consideraban aptos para el consumo humano.
• Todas las etnias examinadas llevaban al cabo
actividad física intensiva en el día a día. Esta actividad podía venir en la
forma de deportes, trabajos de campo, construcción de casas, juegos, danzas
folklóricas, concursos y competiciones, caza, desplazamientos nomádicos o
recolección.
• Todos los individuos pasaban buena parte del día
fuera de casa, en contacto con el aire puro y la luz del Sol, y ello incidía
positivamente en sus niveles de vitamina D, que a la vez incidían positivamente
en la fortaleza esquelética y otros factores. Además, estaban poco protegidos
contra las intemperies de todo tipo.
• Generalmente los dulces, incluso los naturales, se
comían con poca frecuencia, y cuando se hacía era con ocasión de rituales o
festividades especiales.
• Todos los grupos observaban etapas periódicas de
ayuno total, durante los cuales no ingerían absolutamente nada que no fuese
agua. Estos ayunos tenían un papel ritual relacionado con la purificación y
ayudaban a depurar la corriente sanguínea, purgar toxinas y renovar los tejidos
del organismo.
• Importancia de la alimentación preconceptual y
prenatal. En todas las etnias, se prestaba atención a la alimentación de las
parejas jóvenes durante la "luna de miel". Tanto para el esposo como
para la esposa, durante la etapa de concepción, se les reservaba una mayor
proporción de productos de origen animal densos en nutrientes (huevos, pescado,
marisco, caza, etc.), para aumentar la vitalidad, la libido, la calidad del
semen del varón y las reservas biológicas de la mujer con vistas al embarazo
(actualmente sabemos que las reservas de vitamina A en el cuerpo de la mujer se
agotan durante el embarazo y es necesario reponerlas). Estos alimentos también
eran considerados importantes para la mujer durante la gestación y la
lactancia, y después de eso, para el niño durante los años de crecimiento. Se
consideraba que estos procesos daban como resultado niños fuertes, sanos e
inteligentes.
• Se hacía uso de los huesos animales, generalmente
en la forma de caldos de hueso ricos en gelatina, que ayudaban al cuerpo a
desintoxicarse y aportaban gran cantidad de minerales de alta
biodisponibilidad.
• Todas las madres amamantaban ellas mismas a sus
hijos, lo hacían durante un tiempo más prolongado que en las sociedades
civilizadas y no tenían problemas en la producción de leche materna.
ALGUNAS CONCLUSIONES DEL ESTUDIO DE PRICE
Los resultados de estas condiciones de vida tan ideales no se hacían esperar. En el mencionado estudio, el Dr. Price sonsacó interesantes conclusiones acerca de la calidad biológica de los pueblos "atrasados", con vistas a mejorar la alimentación y constitución física de los pueblos "adelantados":
1. Constitución esquelética óptima. Debido al mayor aporte y mejor absorción de
vitaminas (especialmente liposolubles) y minerales, así como a la elevada
ingesta de grasas, la densidad ósea de los individuos era mucho mayor que la de
sus compatriotas "civilizados". Esa densidad ósea se manifestaba en
un esqueleto mejor mineralizado y más pesado, y un rostro más ancho. El rostro
más ancho se manifestaba a su vez en una mandíbula más ancha, con lo cual los
dientes no se apelotonban y crecían ordenados y rectos, con sitio de sobra para
las muelas del juicio. Además de formar arcos dentales perfectos, los dientes
son fuertes y carecen de caries y otros defectos, debido a la excelente
mineralización. Las fracturas óseas eran asimismo muy poco frecuentes.
Las
cifras están sacadas de "Paleopathology at the Origins of
Agriculture" (Mark N. Cohen), y se refieren a la zona del
Mediterráneo Oriental, incluyendo Grecia y Turquía. Es preciso dejar claro que
este cuadro, aunque da la impresión de una evolución ininterrumpida, no refleja
las invasiones, cambios de composición racial, diversidad étnica o diferencias
de clase social. Por ejemplo, la nobleza siempre estuvo mejor constituida que
el campesinado debido a su mayor consumición de productos animales. Los
esqueletos de tumbas micénicas en Grecia (1500 AEC) muestran que la
aristocracia tenía una mejor alimentación que la plebe, ya que tenían estaturas
de 5 a 7 cm más altas y dentaduras mucho mejor formadas y con menor índice de
defectos. Además, la aristocracia solía ser de composición racial distinta a la
del pueblo bajo. Con todo, los términos medios resultan bastante indicativos, y
sobre todo es interesante comprobar cómo la calidad de vida, reflejada en la
constitución esquelética, sufrió un colapso absoluto en cuanto se adoptó la
agricultura, tocando fondo durante el Neolítico tardío y renaciendo ligeramente
con el advenimiento de los pueblos indoeuropeos.
2. Índices pélvicos óptimos, alta fertilidad.
Por lo general, las mujeres se quedaban facilísimamente embarazadas y daban a luz a una edad joven y con poco sufrimiento. Esto concuerda con el registro fósil de cazadores-recolectores paleolíticos, que muestra índices pélvicos (proporciones del canal pélvico, a través del cual se da a luz) ideales para el parto. Los problemas reproductivos (esterilidad, baja fertilidad, baja libido, impotencia) tanto de mujeres como de hombres, eran prácticamente desconocidos. Una esquimal de Alaska examinada por el Dr. Price había tenido 26 hijos (!). Muchos de sus partos tuvieron lugar durante la noche y ella sola se bastaba para dar a luz sin ayuda. Ni siquiera despertaba a su marido, sino que paría en silencio y le presentaba a su nuevo hijo a la mañana siguiente. Todos sus 26 hijos tenían dentaduras perfectas.
Por lo general, las mujeres se quedaban facilísimamente embarazadas y daban a luz a una edad joven y con poco sufrimiento. Esto concuerda con el registro fósil de cazadores-recolectores paleolíticos, que muestra índices pélvicos (proporciones del canal pélvico, a través del cual se da a luz) ideales para el parto. Los problemas reproductivos (esterilidad, baja fertilidad, baja libido, impotencia) tanto de mujeres como de hombres, eran prácticamente desconocidos. Una esquimal de Alaska examinada por el Dr. Price había tenido 26 hijos (!). Muchos de sus partos tuvieron lugar durante la noche y ella sola se bastaba para dar a luz sin ayuda. Ni siquiera despertaba a su marido, sino que paría en silencio y le presentaba a su nuevo hijo a la mañana siguiente. Todos sus 26 hijos tenían dentaduras perfectas.

Esta
mujer esquimal tiene una sólida constitución facial y una buena dentadura, a
pesar de que debido a golpes, le falta un diente y tiene otro roto. Tuvo 26
hijos, todos de dentadura perfecta. Los esquimales comían cantidades récord de
grasa animal procedente de mamíferos acuáticos como la foca, la morsa o el
narval.
3. Armonía corporal. En todas las comunidades estudiadas, no había
prácticamente hombres o mujeres que tuviesen la cintura más ancha que las
caderas, a pesar de las inmensas cantidades de grasas animales saturadas
(incluyendo colesterol) en sus dietas. Esto contrasta enormemente con la
sociedad actual, que cada vez consume menos grasas saturadas, pero que cada vez
padece más casos de obesidad, debido al consumo indiscriminado de féculas
concentradas, azúcares refinados, harinas blancas, edulcorantes artificiales y
otras sustancias indeseables desprovistas de enzimas y disparadoras de la
insulina.
4. Ausencia de enfermedades degenerativas. Prácticamente no había casos de diabetes, cáncer,
alzheimer, obesidad, gota, reuma, hipertensión, artritis, diversas formas de
esclerosis, osteoporosis, raquitismo, encorvamiento de la columna, etc., y se
gozaba de mayor inmunidad a las enfermedades infecciosas (como la
tuberculosis). No se encontraban entre ellos enfermedades cardiacas, infartos,
alergias, asma, dolores de cabeza, fatiga muscular, narcolepsia y otras muchas
plagas que la sociedad moderna da por sentadas como si fueran normales o
formasen parte de la condición humana. Además desconocían males psicológicos
ridículos del mundo moderno, como la neurosis, la histeria, la esquizofrenia,
la anorexia, la ansiedad, la bulimia, los transtornos bipolares o la depresión,
por lo cual tenían una actitud optimista, segura y confiada ante la vida. Las
principales causas de muerte eran accidentes e infecciones. Este cuadro
contrasta con las catastróficas tasas de enfermedades psicofísicas de las
sociedades "avanzadas", sociedades que sólo perduran gracias a toda
una industria farmacéutica volcada en prolongar antinaturalmente la cantidad de
vida humana a costa de reducir drásticamente su calidad.
5. Continuidad de la tradición ancestral. Con el fin de proteger y perpetuar su herencia
genética, estas sociedades estaban en condiciones de instruir a sus nuevas
generaciones en la sabiduría de los antepasados y en las costumbres
tradicionales. De nuevo, esto contrasta con las sociedades
"avanzadas", que han desarraigado al individuo de su marco ancestral,
vaciándole de toda tradición e insuflándole luego todo un bagaje de
comportamientos artificiales y prefabricados que dañan al código genético.
6. El modus vivendi del mundo moderno es dañino
para la especie. Bajo un
punto de vista estrictamente sanitario, evolutivo y de calidad humana,
ateniéndonos exclusivamente a la armonía y salud física y psicológica, tal y
como haría un médico examinando a un paciente, el contacto con la civilización
fue desastroso para todos los grupos estudiados. Price observó que cuando una
pareja "primitiva" se pasaba al estilo de vida civilizado, concebía
hijos con una configuración esquelética, facial y dental inferior: rostros
estrechados y por tanto dientes apiñados y/o mal colocados debido a mandíbulas
demasiado pequeñas, problemas con las muelas del juicio, aletas nasales mal
desarrolladas (incluso casos de complicaciones respiratorias que bloqueaban las
vías nasales y obligaban a respirar exclusivamente por la boca), defectos de
nacimiento, conductas erráticas presagiadoras de enfermedades mentales y una
susceptibilidad aumentada a las enfermedades infecciosas y crónicas. Significativamente,
cuando estas parejas volvían a sus costumbres ancestrales, los defectos de los
niños dejaban de empeorar, y los hijos concebidos en adelante ya gozaban de una
constitución física y mental perfecta. Éste era uno de los hechos que desmentía
la posibilidad de que la perfección dental fuese un factor exclusivamente
genético o resultante de la selección natural.

Hoy
los hombres modernos se enorgullecen de su estilo de vida, como si tuviese un
gran mérito pulsar un botón o agarrar un volante, o como si cada uno de ellos
hubiese inventado personalmente la máquina de vapor o la imprenta. Lo que menos
se le pasa por la cabeza al "señorito satisfecho" del que hablaba
Ortega y Gasset, es que el modus vivendi actual casi parece diseñado
adrede para erosionar la calidad biológica del ser humano y enfermarlo —por no
hablar del desgaste producido sobre nuestro planeta. Esta situación no es
sostenible y no sólo entrará en crisis y colapsará, sino que es deseable que
así sea.
7. La escoria genética moderna es el resultado de la
civilización. Los estratos sociales
inferiores, los delincuentes, los defectuosos y gran parte de la población
penitenciaria del mundo civilizado, tienen rasgos faciales que evidencian
deficiencias nutricionales de los padres, especialmente de la madre durante el
embarazo y durante la lactancia, además de una mala alimentación durante la
infancia y adolescencia. Este tipo de rasgos va en aumento, ya que, bajo
condiciones civilizadas, la escoria biológica es más promiscua y tiene una
mayor tasa de natalidad que la élite. Además, actualmente, la
"solidaridad" mal entendida de la civilización tiende a proteger
legados genéticos defectuosos, mientras dilapida la genética valiosa. En las
sociedades tradicionales, con los rigores de la selección natural a toda
orquesta, la escoria genética se mantiene bajo mínimos.
8. Sensatez o extinción. Si el hombre moderno pretende sobrevivir a largo
plazo, debe operar una revolución alimentaria, emular los rigores del mundo
natural y adoptar la sabiduría nutricional del hombre "primitivo". De
lo contrario, se enfrenta a tasas de esterilidad en aumento constante y a la
extinción por ineptitud evolutiva. El hombre moderno se enfrenta a la
posibilidad de que el instinto humano vuelva a la superficie y pase del
subconsciente al consciente, saltando todas las barreras, cortando todos los
lazos, manifestándose de la manera más primitiva y reclamando los derechos que
legítimamente le pertenecen.

El
precio de traicionar a los antepasados y de volverle la espalda a la
Naturaleza. Todos estos individuos pertenecen a grupos étnicos tradicionales
que han adoptado recientemente la dieta traída por la sociedad industrializada.
Algunos (como los dos africanos de abajo a la izquierda) trabajan en plantaciones
dirigidas por occidentales, otros (como el de arriba a la derecha, bien
peinadito pero con una dentadura lamentable) son personas
"privilegiadas" que han tenido acceso a una educación
"civilizada"… aunque desgraciadamente también han tenido acceso a la comida
"civilizada". Los resultados son siempre los mismos: degradación
dental en diversos grados (según fuese mayor o menor la proporción de productos
procesados en su dieta), estaturas más bajas, rostros y mandíbulas más
estrechos, aletas nasales menos desarrolladas (incluso llegando a la
obstrucción permanente de las vías nasales, hasta el punto no poder respirar
sino por la boca) y un aspecto más débil y enfermizo que el de sus compatriotas
"salvajes". Cuando pensamos que el hombre occidental lleva muchos
siglos viviendo bajo este tipo de alimentación, comprendemos el inmenso daño
perpetrado.
Que todos estos principios funcionaban en su aplicación
práctica lo demostraría más tarde George E. Meinig (1914-2008), director de
cirugía oral, nutricionista y miembro de
la Price-Pottenger Foundation. Sus principios nutricionales y el
excelente efecto dental que resultaba de su aplicación alcanzaron tal fama en
ciertos medios elitistas que fue contratado por el estudio 20th Century Fox
para ser el "dentista de las estrellas" y aconsejarles en materia de
nutrición. En cambio, estos principios jamás se predicarían en medios
destinados al público común.
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